
Hace poco más de un mes he estado en tierras extrañas para mí. Los que me conocéis ya sabéis de que país hablo. Y los que no, se me hace imposible poder definir el país en el que he estado, el pueblo con el que he convivido.
Podría hacer el típico discurso de apoyo político a ese país. Podría hablar durante muchas líneas sobre bloqueos, embargos, huracanes, Elianes, terrorismo, 5 presos
patriotas en EE.UU., solidaridad, internacionalismo, educación, trabajo, universidad, sanidad, médicos, ética, socialismo, resistencia. Podría hablar de gobiernos que se preocupan realmente por su pueblo, de pueblos que deciden las políticas en una democracia participativa. Pero ya se ha escrito mucho sobre eso, y no seré yo quien aporte nada
nuevo. Animo a los lectores que
lean y se
informen realmente de como es aquel lejano país. Que busquen fuentes
alternativas a las que nos ofrecen nuestros grandes medios de comunicación. Que nadie se crea a los Dinios, ni a los que viven en Miami, ni lo que digan las grandes multinacionales de la desinformación. Y que además, si tienen la oportunidad, hagan como yo y vayan en una brigada de solidaridad a conocer ese lugar y esas personas.
Quiero que el lector (considerando que alguna persona humana, además de un servidor, vaya a leer esto) entienda lo que siento yo, después de haber estado dos semanas en Cuba, en una
brigada de solidaridad. Esto es algo que le ha pasado a todos los compañeros con los que he ido allí. No nos adaptamos de nuevo a nuestra realidad cuotidiana. Nos cuesta muchísimo hacernos a la idea de que hemos de seguir viviendo aquí, de que hemos de seguir con la vida que dejemos antes de marcharnos. Todos los días los dedico a pensar en ese país, en
Sancti Spiritus, en las personas tan dulces que conocimos. Esta Isla es desde ya mi segunda patria, y estoy deseando poder volver allí.
Las personas allí no tienen teléfonos móviles, ni conexión directa ADSL, ni DVD y muy pocos tienen el privilegio de ir en coche, en vez de ir en bicicleta o andando. Se alegran mucho cuando tienen los alumbrones. Se ayudan desinteresadamente entre ellos. En los barrios, todos se conocen y se organizan para solucionar sus problemas, en un ambiente de gran ternura y solidaridad. Las personas son buenas, y te reciben con los brazos abiertos. Y se emocionan con las
Cartas a
María. Y te ofrecen lo que tienen, sus camas, su comida, su cariño. Con esto no lo estoy idealizando, evidentemente no es perfecto, tienen sus problemas. Pero tratan de forma animada e ingeniosamente de resolverlos.
Sé que no soy un buen escritor. No llego ni a mediocre. Si alguna persona de ese país, lee esto, espero que me perdone por no poder sintetizar lo que siento por su país. Sólo quiero decir que agradezco la oportunidad que he tenido de visitar dicho lugar, de conocer a las personas tan maravillosas que he conocido, de empaparme y aprender más sobre la revolución, el socialismo y la humanidad. Quiero mucho a ese país. Deseo volver pronto, y encontrarme con los buenos amigos que hice allí.
Gracias, Cuba, por lo que me has dado. Por haberme reencontrado conmigo mismo, con la amistad, con el amor y con la humanidad. Y por haberle dado un sentido de esperanza a los pueblos de este pobre mundo derruido por la avaricia y la deshumanidad. Gracias por habernos dado a la República española a
Pablo de la Torriente Brau. Gracias, mi alma está en vuestra isla.