06 septiembre, 2006

El anciano (I)



Había una vez...

...Un hombre ya anciano, que pasaba largamente de los sesenta años. Este hombre era marinero, pescador. Toda su vida la había pasado en el mar, desde que era adolescente y su padre le enseñó el oficio familiar. El mar era su vida, sus pensamientos, su todo, su condena.

La fuerza de los años de pobreza, frío, humedad y duro trabajo se habían hecho ya mella en él. Con cara agrietada y barba sin cuidar. Sufría terribles dolores en las piernas y en ocasiones durante días apenas podía andar. Sus manos frías y duras estaban llenas de cicatrices y heridas, y solían agarrotarse. En invierno tenía dolores de espalda, y hacía muy poco que había podido superar por los pelos una tuberculosis.
Cada mañana desde hacía décadas salía bien temprano a la mar a pescar, con su humilde barca. Afortunadamente había podido ahorrar para comprar gasolina, ya que cada vez le costaba más remar y luego tener que estirar las redes.El anciano pescador vivía a la orilla del mar, junto a su barca. Se había ganado la fama de loco, de perturbado, entre la gente del pueblo. Los niños se reían de él porque hablaba sólo, y vivía en soledad, como un ermitaño, casi en el ostracismo. Y los más viejos del lugar se mofaban de él, recordando unos versos que encontraban ridículos, de una carta que escribió hacía muchos años, y que fue difundida siendo el hazmerreír de sus conciudadanos...