25 octubre, 2006

Cursi...

Mi oro, mis tesoros,
Mi riqueza y mi cordura,
todo gustosamente lo daría
a cambio de tu dulce compañía.
Me deberías preguntar
fijando tu mirada en la mía
con tu rostro de ángel
"¿Que me harías,
que osarías,
si tuvierais
mi compañía?"
Y yo con una sonrisa burlona
os respondería
"Cariñosamente os abrazaría,
los ojos cerraría,
vuestro aroma saboreraría
y a vuestro fino oído
con voz baja y melancólica,
pensando en don Juan o en Zorrilla,
yo os diría:
"¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor? ""

Dicen algunos pardillos
y alguna que otra pardilla
que sólo los niños pequeños
sueñan, lloran, se ilusionan,
tienen miedo, ven dibujos
o necesitan un abrazo.
Lástima me dan las gentes,
que no sueñan contigo,
que no lloran sobre tu hombro,
que no se ilusionan por verte,
que no temen perderte
y que no desean tu abrazo.
Ellos no viven, no aman.
Son los mismos que también dicen,
que los poemas rimar deben.

Entre Marx y Dulcinea,
hay un amor secreto,
ideal, platónico.
No lo saben
ni don Quijote, ni Jenny,
ni Friedrich, ni Sancho.
Anguita y Sabina lo saben,
pero son gente discreta
y no dicen nada,
será mejor así.
Tampoco el señor Scrooge
ha descubierto de momento
que nosotros dos
nos amamos en secreto.

Un día cualquiera
podría venir alguien
y acusarme de no estar cuerdo.
Que persona sensata,
moderna, lúcida y racional
escribe hoy en día
en la era de la tecnología,
para su enamorada poesía?
Ya no hay dragones ni molinos
ni quijotes, ni caballeros
ni doncellas ni dulcineas.
Si creer en la igualdad,
si soñar con la justicia,
si enamorarme de ti,
es estar loco
entonces lo reconozco:
Soy un loco.

05 octubre, 2006

El Anciano (II)

... Una mañana, todo el pueblo se despertó conmocionado, aterrado y lleno de ira. Una terrible noticia no tardó en llegar a todos los oídos de la zona. La señora del alcalde y hombre más influyente de la comarca había sido asesinada.

Ella que siempre había sido envidiada por ser de una familia adinerada, era a pesar de ser ya mayor la mujer más elegante del pueblo. De joven, su belleza traía locos a todos los hombres, y le traía el odio de todas las chicas de su edad, por eso jamás tuvo una amiga de verdad. Antes de cumplir los 22 años, su padre, un industrial que se había hecho rico gracias a su fábrica textil, la casó con un hombre que tan sólo conocía de vista. “Es un joven emprendedor y ambicioso que llegará lejos”, le decía su padre. Ella no lo amaba. En su vida había sentido tanta repugnancia como su noche de bodas. Aquella noche en la que lloró tanto...

Con los años fue perdiendo sus ansias de libertad, había aprendido a soportar a ese cretino insensible que la trataba tan mal. Tuvo hijos, y sacrificó su felicidad para protegerlos y darles una formación humanista, opuesta a la avaricia del padre de las criaturas. Jamás se lo dijo a nadie, ni hizo muestras de ello, pero desde bien pequeñita, desde que era adolescente, cuando se casó, cuando tuvo sus hijos y hasta cuando envejeció, desde siempre había estado enamorada de un hombre del pueblo...

Cuando ella era jovencita, le gustaba cruzarse con aquel muchacho y sonreírle. Jamás se atrevió a decirle lo que sentía por él... Un día, se cruzaron, se sonrieron como de costumbre, pero algo cambió. Él la retuvo por el brazo y le dio una nota, y salió corriendo. Era tan hermosa aquella carta! Estuvo llorando de emoción durante horas! Con sus faltas de ortografía y gramática, con su torpe letra de humilde pescador, rebosaba amor, sencillez y bondad! Pero desgraciadamente sus padres encontraron aquella carta. Cómo podía atreverse aquel sinvergüenza, aquel muerto de hambre, a cortejar a su delicada y hermosa hija! Su padre, por venganza, eliminando de la carta el nombre de su hija, la distribuyó por todas las tabernas del pueblo, y así todos los ciudadanos leyeron aquellos pobres y cursis versos. Y así empezó la mofa contra el pobre pescador... Desde aquel día, ella ya no pudo mirarle a los ojos nunca más, por miedo al reproche, al odio del único hombre al que quería.

Y ahora había sido asesinada... El pueblo estaba indignado ante aquel crimen y exigía justicia. Una de las secretarías del alcalde juró haber visto al pescador la noche anterior en las cercanías de la casa de la víctima. El alcalde, marido de la víctima, no lo dudó y expuso este testigo ante la masa sedienta de sangre. Y el resultado os lo podéis imaginar. Aquella noche fue torturado en la cárcel por los hijos de la víctima, el alcalde y los secuaces más violentos de éste. En toda la noche no abrió la boca, no dijo nada. Tal era la pena que le produjo el enterarse de aquel crimen, que su vida ya no valía nada...

A la mañana siguiente fue colgado en la plaza pública, tras la alegría y las risas de los espectadores. Su cuerpo fue llevado a una fosa común, lejos de dónde yacía eternamente ella. Su casa y su barca fueron incineradas...

Hoy ya nadie recuerda aquellos versos, aquella carta. Nadie se preocupó por encontrar al verdadero culpable, ni por restituir la memoria del ejecutado injustamente. En el pueblo no hay calles con el nombre de ninguno de los dos. Nadie recuerda ya esta historia, salvo tú y yo...