05 octubre, 2006

El Anciano (II)

... Una mañana, todo el pueblo se despertó conmocionado, aterrado y lleno de ira. Una terrible noticia no tardó en llegar a todos los oídos de la zona. La señora del alcalde y hombre más influyente de la comarca había sido asesinada.

Ella que siempre había sido envidiada por ser de una familia adinerada, era a pesar de ser ya mayor la mujer más elegante del pueblo. De joven, su belleza traía locos a todos los hombres, y le traía el odio de todas las chicas de su edad, por eso jamás tuvo una amiga de verdad. Antes de cumplir los 22 años, su padre, un industrial que se había hecho rico gracias a su fábrica textil, la casó con un hombre que tan sólo conocía de vista. “Es un joven emprendedor y ambicioso que llegará lejos”, le decía su padre. Ella no lo amaba. En su vida había sentido tanta repugnancia como su noche de bodas. Aquella noche en la que lloró tanto...

Con los años fue perdiendo sus ansias de libertad, había aprendido a soportar a ese cretino insensible que la trataba tan mal. Tuvo hijos, y sacrificó su felicidad para protegerlos y darles una formación humanista, opuesta a la avaricia del padre de las criaturas. Jamás se lo dijo a nadie, ni hizo muestras de ello, pero desde bien pequeñita, desde que era adolescente, cuando se casó, cuando tuvo sus hijos y hasta cuando envejeció, desde siempre había estado enamorada de un hombre del pueblo...

Cuando ella era jovencita, le gustaba cruzarse con aquel muchacho y sonreírle. Jamás se atrevió a decirle lo que sentía por él... Un día, se cruzaron, se sonrieron como de costumbre, pero algo cambió. Él la retuvo por el brazo y le dio una nota, y salió corriendo. Era tan hermosa aquella carta! Estuvo llorando de emoción durante horas! Con sus faltas de ortografía y gramática, con su torpe letra de humilde pescador, rebosaba amor, sencillez y bondad! Pero desgraciadamente sus padres encontraron aquella carta. Cómo podía atreverse aquel sinvergüenza, aquel muerto de hambre, a cortejar a su delicada y hermosa hija! Su padre, por venganza, eliminando de la carta el nombre de su hija, la distribuyó por todas las tabernas del pueblo, y así todos los ciudadanos leyeron aquellos pobres y cursis versos. Y así empezó la mofa contra el pobre pescador... Desde aquel día, ella ya no pudo mirarle a los ojos nunca más, por miedo al reproche, al odio del único hombre al que quería.

Y ahora había sido asesinada... El pueblo estaba indignado ante aquel crimen y exigía justicia. Una de las secretarías del alcalde juró haber visto al pescador la noche anterior en las cercanías de la casa de la víctima. El alcalde, marido de la víctima, no lo dudó y expuso este testigo ante la masa sedienta de sangre. Y el resultado os lo podéis imaginar. Aquella noche fue torturado en la cárcel por los hijos de la víctima, el alcalde y los secuaces más violentos de éste. En toda la noche no abrió la boca, no dijo nada. Tal era la pena que le produjo el enterarse de aquel crimen, que su vida ya no valía nada...

A la mañana siguiente fue colgado en la plaza pública, tras la alegría y las risas de los espectadores. Su cuerpo fue llevado a una fosa común, lejos de dónde yacía eternamente ella. Su casa y su barca fueron incineradas...

Hoy ya nadie recuerda aquellos versos, aquella carta. Nadie se preocupó por encontrar al verdadero culpable, ni por restituir la memoria del ejecutado injustamente. En el pueblo no hay calles con el nombre de ninguno de los dos. Nadie recuerda ya esta historia, salvo tú y yo...

4 comentarios:

Shelley dijo...

Al final de su carta ponía: cuando te pierda serás parte de un olvido que nunca se olvida...

Anónimo dijo...

Saludos isleños, Zenia desde:

http://imaginados.blogia.com

Es hermoso, aunque trágico Iván.

Anónimo dijo...

quisiera saber, si es que lo hay, la moraleja. Es decir el mensaje del autor a nuestras vidas y circustancia.
Quisiera interpretarlo como una paradoxa de la vida real y cotidiana.
Pero...,como siempre: excepcional.

Anónimo dijo...

Eres una puta maricona. Das pena